Oh glorioso Padre Pío,
cuando nos has constituido Grupos de Oración, nos has «acompañado a la Casa del Alivio, como posición de avanzada de esta Ciudadela de la caridad», y nos has asegurado que nuestra vocación es la de ser «viveros de fe y hogares de amor, en los cuales Cristo mismo está presente».

En este tiempo de pandemia, resulta imposible reunirnos físicamente como Grupos de Oración, pero cada uno de nosotros sabe ser persona de oración en comunión con muchas otras, de las cuales conoce nombres y rostros. En este trágico tiempo, oh glorioso Padre Pío, haznos sentir que estamos verdaderamente unidos en un solo gran Grupo que abraza a todo el mundo y que se hace portavoz de todas las Ciudadelas de caridad, que, desde lejos, sufren y pagan con su profesión para derrotar el mal del Coronavirus.

Oh glorioso Padre Pío, hazte mediador de nuestra oración con el Cristo Crucificado del cual has sido constituido cireneo de la humanidad.

A través de tu mediación queremos interceder:

  • por las personas golpeadas por el virus, y por las que por este flagelo han dejado este mundo: «heridos y caídos» por una guerra que llegó de improviso y sin estar declarada;
  • por las familias de los difuntos y de los enfermos, marcadas en los afectos más queridos y preocupados: «víctimas inermes» de un enemigo que llegó como un ladrón para modificar los afectos y las relaciones;
  • por quien está obligado a la experiencia de la cuarentena: experiencia casi de un «arresto domiciliario», no por una culpa cometida, sino tocado por un suceso incomprensible, tal vez infectado mientras cumplía con su propio deber profesional;
  • por los médicos de familia y obreros de los primeros auxilios: «atrincherados», con pocas seguridades y a veces, sin medios para combatir a un enemigo invisible;
  • por los médicos, enfermeros, obreros sanitarios y todos los trabajadores de los establecimientos hospitalarios: «campos de batalla» sin horarios, sin turnos y con las fuerzas que comienzan a disminuir;
  • por los responsables de la vida civil, gobernantes y administradores: lideres en tiempos de calamidad, obligados a asumir decisiones que parecen amargas e impopulares;
  • Por la economía mundial, por los trabajadores, los obreros y los empresarios de todos los niveles, que ven su actividad debilitada y están preocupados por la subsistencia de sus empresas, que deben reconstruir al final de esta «guerra»; que aumente en ellos la creatividad y el sentido del bien común;
  • Por los «olvidados»: ancianos y personas que viven solas, mendigos y desplazados, todos aquellos que están excluidos de la sociedad ya muy indolente hacia ellos;
  • por los últimos, que no aparecen más en las informaciones periodísticas y televisivas: los emigrantes, los refugiados, cuyas vidas corren riesgo atravesando sobre las barcas «nuestro mar»: todos estos existen todavía, como antes, y continúan en su Calvario;
  • por cada uno de nosotros que vive este tiempo con el corazón herido, pero que sabe que, sobre todo en una situación como esta, debe ser todavía más vivero de fe y hogar de amor.

 

Ayúdanos, oh glorioso Padre Pío, a interceder por todas estas personas: son la carne de Cristo, son la Eucaristía, que en estos días no pueden recibir; son la Eucaristía viviente, hecha persona débil y sufriente… pero que resplandece en su propio rostro el Rostro del Hijo de Dios, del dulcísimo Jesús Crucificado y Resucitado.

¡Amén!

 

† Franco MOSCONE crs
Arzobispo de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo
Director General de Grupos de Oración del Padre Pio